Mientras caían a través de la oscuridad, Alice intentaba estabilizarse pero era en vano. La oscuridad se adhería a ella como un líquido viscoso y espeso que se negaba a moverse sin importar cuánta fuerza usara.
—¡Arg! ¡Alice! —Ria llamó, queriendo averiguar dónde estaba Alice en ese cieno para que no se separaran.
Apretando los dientes, Alice reunió tanta fuerza como pudo y desenvainó su espada.
Llamas rojas brillantes estallaron en un intento de iluminar su entorno, pero la oscuridad sofocó el fuego al instante.
Tratando de alcanzar a Ria, Alice podía sentir que caían cada vez más profundo en el Abismo...
Los pasos rítmicos resonaban a través de la mansión polvorienta mientras el Señor Andrius llegaba al lugar donde Alice y Ria habían desaparecido.
Entrecerrando los ojos al cadáver de la bestia frente a él, soltó una sonrisa burlona antes de golpear el suelo con el pie.
—Vamos a necesitar preparar algunos... cadáveres si quieres que el Gremio crea que murieron con la bestia.