Un paisaje desolado se extendía hasta donde alcanzaba la vista, un reino desgarrado por batallas incesantes, danzas de sangre y las llamas de la guerra. El suelo, alguna vez verde y lleno de vida, estaba ahora carbonizado y marchito, sembrado con incontables cadáveres de hombres y bestias por igual.
El olor de la sangre pendía pesado en el aire, un recordatorio de las batallas y la violencia que continúan desatándose.
Hasta donde alcanzaba el horizonte, cadáveres pintaban el suelo.
A pesar del macabro recordatorio, los sonidos de la batalla seguían rugiendo. Una sinfonía de hojas chocando, rugidos desesperados y explosiones de habilidades Sigil. El propio suelo temblaba en respuesta al conflicto ya que cada encontronazo dejaba otra marca en el reino lleno de cicatrices.