Observando cómo las llamas bailaban de un cadáver a otro, Alicia sabía que tenía que detener esto y pronto. No podía dejar que las llamas crecieran más o de lo contrario no sería capaz de controlarlas hasta que hubieran destruido todo a su alrededor.
Aprietando los dientes, ejerció su control sobre las llamas como si una anilla imaginaria se cerrara alrededor de su cuello, obligándolas a detenerse en el lugar.
Alicia podía sentir una mirada llena de odio dirigida hacia ella, pero ya sabía que su llama tenía su propio temperamento.
Ignorando su mirada, Alicia comenzó a recoger las llamas de vuelta hacia sí misma. Azotando salvajemente, las llamas gritaron en rebeldía, buscando alimentarse a sí mismas para poder romper el control de Alicia.
Se sentía como si estuviera luchando con un gran dragón indomable con una simple cuerda y su pequeño cuerpo fuera arrastrado por su fuerza.