De nuevo en el extraño reino donde había visto proyecciones de las distintas bestias que podía cazar, Alice sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Inmediatamente se volvió y vio el ojo observándola fijamente.
Al sentir que la juzgaba, Alice quiso irse. Sin embargo, no pudo. Su cuerpo estaba enraizado en el lugar y su mente estaba encarcelada en este reino, un sujeto indefenso a los caprichos del ojo.
Incapaz de pronunciar una palabra, solo pudo quedarse quieta mientras el ojo la escaneaba lentamente de arriba a abajo.
—Débil… Extraño… ¿Anormal?... Imposibilidad… —una voz resonó en su mente. Era el sonido de una mujer hablándole.
—Nadie debería poder beber profundamente de la fuerza del Abismo y salir ileso…
—¿Pero tú? ¿Cómo es que el Abismo no tiene control sobre ti? ¿Por qué?
—Extraño… Muy extraño…
Entrecerrando los ojos hacia Alice como tratando de ver algo dentro de ella, el ojo se cerró antes de abrirse de nuevo.