—Hay un hechizo protector sobre él —Laberinto gritó de repente desde el otro lado de la habitación y me costó concentrarme en lo que decía ya que básicamente intentaba esquivar el filo afilado de la espada de mi tío que se balanceaba hacia mí en todo momento.
—¿Qué diablos? —jadeé, y de repente tuvo más sentido por qué ninguno de mis golpes le alcanzaba.
Solté un fuerte respiro. Todo mi costado dolía y hasta sangraba un poco. En mi estado actual, no tenía ninguna oportunidad contra él y sabía que transformarme en mi verdadera forma me daría una mejor oportunidad de ganar esta pelea.
—¿Puedes quitarle el hechizo? —llamé a mi pareja, que claramente estaba pensando intensamente cuando logré echarle un vistazo.
Sabía que no quería que él estuviera aquí desde el principio, pero ahora que estaba aquí, tenía que agradecer en silencio al cielo que insistiera en estar presente conmigo aquí.