La luz solar se filtraba a través de las cortinas de la habitación de Melisa, pintando rayas doradas en la piel de Melisa.
«Mmm...»
Ella se despertó lentamente, tomando conciencia del cuerpo cálido debajo de ella. Sus ojos rojos parpadearon al encontrarse esparcida sobre la pálida forma de Cuervo, sus piernas enredadas juntas, su cabeza apoyada en el pecho desnudo de la ex asesina.
«Claro,» pensó Melisa, una sonrisa perezosa se extendió por su rostro mientras los recuerdos de la noche anterior volvían. «La fiesta terminó como suelen hacerlo estos días. Aunque...»
Ella se sonrojó, recordando cómo había incitado a Cuervo a comerla más rápido, a penetrarla con los dedos más fuerte, etcétera.
«... Fue un poco intenso.»