—La espada encantada de Enrique silbó por el aire donde la cabeza de Cuervo había estado justo momentos antes.
Cuervo se agachó bajo el salvaje golpe. La abarrotada sala de almacenamiento no le daba mucho espacio para maniobrar. Las botellas tintineaban ominosamente en sus estantes mientras Cuervo rodaba para evitar el siguiente ataque de Enrique, la hoja teñida de púrpura dejaba un arco de energía oscura a su paso.
[Un arma encantada,] observó Cuervo. [No quiero descubrir lo que esa cosa hace.]
—Te has vuelto blanda —escupió Enrique, presionando su ventaja—. Los informes decían mucho sobre ti. ¡Pasar tanto tiempo con esa ramera nim te ha hecho débil!
La respuesta de Cuervo fue una rápida patada a su rodilla, seguida de un tajo con su propio cuchillo que casi alcanza su garganta.
En silencio, Cuervo paró su siguiente golpe y giró lejos de su hoja. Fingió a la izquierda, luego atacó a la derecha, logrando un corte superficial a través del brazo de Enrique.