—¡Joder! —pensó, echando un vistazo al reloj—. ¿Ya es mediodía?
—Todo en un día de trabajo. Aunque fue divertido, concéntrate, Mel. La gente sigue muriendo. Saca tu culo cachondo de la cama. —pensó.
—¡Santo cielo! —pensó Melisa, con la boca repentinamente seca—. ¿Es esto un sueño? ¿Todavía estoy dormida?
—Buenos días, dormilona —dijo Javir, con una sonrisa en sus labios—. O debería decir buenas tardes. Bastante tarde, ¿eh?
—Yo, eh... hola.
—Suave, Mel. Muy suave. —pensó.
—El café está en la cocina. Pensé que lo necesitarías después de la maratón de sanación de ayer. Lo hice yo misma. Margarita y Melistair tuvieron... una noche un poco más larga de lo usual, parece —dijo Javir.
—Gracias. Solo... iré a tomar un poco —respondió Melisa.
—¿Por qué sigue aquí? ¿Por qué está vestida así? ¿Es esto una prueba? ¿Se supone que debo resistirme? Porque realmente, realmente no quiero. —pensó Melisa.