—¡Uf, ¿por qué tienen que ser tan alegres por la mañana? Es antinatural! —se lamentó Armia en sus adentros.
«¿Qué demonios...?», se preguntó Armia con una mezcla de confusión y curiosidad.
—Neal. Claro —murmuró con un tono de sarcasmo apenas disimulado.
—Maldito sea. ¡Maldito y sus estúpidas... ofertas tentadoras! —gruñó Armia con una mezcla de enfado y tentación.
La atracción de esa vida, de la que había soñado durante tanto tiempo, era difícil de resistir.
Ser aceptada, respetada, vista como algo más que solo una dariana bruta. Finalmente tener un lugar en esta ciudad, donde siempre se había sentido como una forastera a pesar de nunca haber puesto un pie fuera de Syux.
Esa mentalidad la llevó a pensar: