—Aqua, virtute, surge! —cantó Melisa, moviendo su varita por el aire mientras se concentraba en el hechizo.
Un chorro de agua brotó de sus dedos, disparándose a través del campo de entrenamiento con una fuerza increíble. Golpeó el muñeco de prácticas, enviándolo a volar hacia atrás y partiéndolo en cuatro grandes piezas.
«¡Santo cielo, eso fue impresionante!», pensó Melisa, mientras una sonrisa se extendía por su rostro.
Los hechizos que Zephyra le había estado enseñando eran realmente de otro nivel. Claro, los signos de hechizo eran un poco difíciles de aprender, pero después de unos minutos de mirarlos, Melisa básicamente los tenía grabados en su memoria.
Quizás por eso los ojos de Zephyra estaban levemente entrecerrados, su postura inclinada mientras se inclinaba un poco.
—Excelente trabajo, Melisa —dijo Zephyra, su voz cálida de aprobación—. Tu habilidad para memorizar nuevos hechizos es... casi aterradora si soy sincera. Por cierto, ¿qué es eso que estás usando?