Armia se limpió el sudor de la frente, resoplando ligeramente mientras bajaba la mano. Ella e Isabella habían estado practicando los paros de hechizos durante la mayor parte de una hora, y aunque estaba agradecida por la oportunidad de afinar sus habilidades, no podía evitar sentir un toque de frustración.
Para su propia sorpresa, no era Isabella quien hacía este entrenamiento insoportable. No, por mucho que jamás lo admitiría en voz alta, las "peculiaridades" de Isabella comenzaban a caerle bien a la dariana.
No, lo que más le molestaba a Armia en este momento eran las constantes interrupciones, la forma en que otros estudiantes parecían gravitar hacia ellas como polillas hacia la llama.