Un poco más tarde, la mente de Melisa corría más rápido que un conejo en esteroides mientras ella y Zephyra se movían por las calles.
La vista de aquel nim, pálido y enfermizo, con venas que parecían a punto de estallar fuera de su piel... era suficiente para que incluso el estómago de Melisa diera una voltereta.
«Esto es seriamente extraño», pensó, mordisqueando su labio inferior. «Quiero decir, sabía que las cosas estaban mal para los nim aquí, ¿pero esto? Esto es otro nivel».
Zephyra se volvió hacia ella, una ceja perfectamente esculpida levantada.
—Entonces, ¿qué opinas? —preguntó, con una voz tan suave como la seda.
Melisa se encogió de hombros, intentando mantener la compostura a pesar de que su cerebro estaba haciendo la Macarena.
—Honestamente, no estoy muy segura —admitió—. Pero si tuviera que adivinar, diría que la Magia de Sangre está en el meollo del asunto.