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Melisa se revolvía en su cama, los sonidos familiares de muelles chirriantes y gemidos ahogados se filtraban a través de las paredes. Se puso la almohada sobre la cabeza, intentando bloquear los ruidos que provenían de la habitación de sus padres.
—[... Cierto,] pensó, con una sonrisa irónica en su rostro. [Olvidé lo delgadas que son estas paredes.]
En ese exacto momento, Margarita dejó escapar un gemido especialmente fuerte.
La cara de Melisa estaba en llamas.
Sintió sus mejillas arder. Moviéndose de un lado a otro, intentó echar el sonido de su cráneo mientras prácticamente se obligaba a dormirse.
La mañana llegó demasiado pronto, la luz del sol entrando a raudales por su ventana y sacando a Melisa de sus sueños.
Después de un desayuno rápido, durante el cual evitó cuidadosamente cruzar miradas con sus padres, Melisa se dirigió al patio trasero. El aire fresco de la mañana ayudaba a despejar su cabeza, y tomó una respiración profunda, centrándose en sí misma.