Atenea miró fijamente a Dominique, esperando su respuesta. Tenía prisa por ponerle una etiqueta a su relación actual. No iba a permitir que él se aprovechara de ella. Esto era una gran apuesta para ella, con muchos sacrificios.
Mientras tanto, Dominique permanecía callado, incapaz de responder a la demanda de Atenea. Sus palabras lo hicieron volver en sí. Mientras luchaba por encontrar las palabras correctas que decir, tomó su abrigo, cubriendo el torso desnudo de Atenea. Su camisa había sido rasgada por él.
—Lo siento mucho. No quise... —Dominique dudó cuando se dio cuenta de lo que había hecho—. No estaba en mi sano juicio —bajó la mirada, ya que no podía mirarla directamente a los ojos. Se sentía tan culpable por haber cruzado la línea entre ellos. Fue tan inconsiderado con sus sentimientos.