—¿Podrías dejar de llamarme Sr. Smith? Usa mi nombre de pila —pidió Dominique suavemente, acurrucando su nariz en su cabello, oliendo su dulce aroma.
Atena cerró los ojos con fuerza, sintiendo su cercanía. Su rostro estaba enterrado en su nuca mientras él apretaba su abrazo alrededor de su cuerpo. La estaba sosteniendo cerca, sin planear dejarla ir.
—Dime mi nombre —imploró Dominique, sus dedos frotando suavemente su estómago.
Atena apretó los puños antes de cumplir con su petición —Dominique…
Su corazón se aceleró cuando Atena dijo su nombre. Su voz realmente lo hacía recordar a Sabrina. Su anhelo por ella se intensificó aún más.
—¿Me odias tanto? —le preguntó de repente.
Ella fue sorprendida por su pregunta directa. «Sí. Te odio mucho», pensó internamente, sin expresarlo en voz alta.
En respuesta, ella negó con la cabeza —Por supuesto que no. ¿Por qué te odiaría? —Forzó una risita.
—Por muchas razones —respondió Dominique.