—Te extraño tanto.
El corazón de Atenea dio un vuelco una vez más al escuchar esas palabras de los labios de Dominique. Sus ojos nunca mienten. La miraba con anhelo.
—Dom… —balbuceó su nombre, sintiéndose confundida.
Antes de que pudiera seguir quejándose, los labios de Dominique encontraron instintivamente los suyos, su boca exigente se estrelló contra la de ella.
No dudó en besarla. Necesitaba esto desesperadamente para calmar su corazón celoso.
Atenea ya no pudo protestar. Por alguna razón desconocida, no pudo resistirse a él. Sus labios se movían por su propia cuenta, sorprendida por su propia respuesta ansiosa a los labios de Dominique.
Mordisqueó su labio inferior, lamiéndolo y chupando su dulzura. Luego, introdujo su lengua entre sus labios. Con un movimiento sensual, su lengua entró en su boca.
Atenea lo recibió con su propia lengua, permitiéndole explorar su boca. Dominique profundizó más el beso, moviendo su lengua sobre la de ella con embates rudos.