—¡Enzo! ¡Cuidado! — Lanny suspiró, mirando a Enzo, quien tambaleaba, luchando por mantener el equilibrio.
—Jaja. Estoy bien. Puedo caminar... No estoy borracho —respondió Enzo.
—Bueno, grandullón! Vamos a llevarte a la cama —Lanny lo siguió, pasando su brazo alrededor de su cintura para apoyarlo.
—¿Por qué el suelo se mueve? ¿Hay un terremoto? —murmuró Enzo, apoyándose pesadamente en ella.
—No bebamos tanto la próxima vez. Eres pesado —murmuró ella, guiándolo por el camino hacia su dormitorio.
—Jaja! ¿Por qué no? ¡Es tan divertido beber contigo! —respondió Enzo tropezando, casi llevándose a los dos al suelo. Afortunadamente, Lanny apretó su agarre en su cuerpo, estabilizando sus pisadas.
—Realmente te has superado esta noche, ¿no es así? —Enzo soltó una risa baja, volviéndose hacia ella.
—Eres una buena amiga, Lanny —balbuceó.— ¡La mejor!
—¡Eres el mejor bailarín! —agregó Enzo.