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¡Pum!
—V... —la voz de Atenea se quebró en su garganta, sus ojos abiertos de sorpresa.
La acción de Vladimir hizo que ella cayera sobre él. Sintió el calor de su cuerpo debajo del suyo, sus fuertes brazos rodeándola con seguridad.
Su corazón latía fuerte en su pecho mientras se encontraba cara a cara con Vladimir, sus respiros mezclándose en la súbita cercanía.
La penetrante mirada de Vladimir se fijó en la de ella, una mezcla de anhelo y algo más profundo reflejada en sus ojos.
—Atenea —murmuró él, su voz baja y firme—. Sé que no tengo derecho a sentirme así. Pero no pude evitarlo.
La mente de Atenea corría, pero no podía apartar sus ojos de los de él.
«¿Por qué parece tan triste? ¿Qué lo ha molestado?», cavilaba para sí misma.
Mientras Vladimir la seguía sosteniendo en su lugar y su intensa mirada fija en ella, ella sintió una carga eléctrica en el aire, una atracción magnética entre ellos que no podía negar.