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Al dejar la sala de recepción del Patio Floreciente, la mente de Xu Feng estaba en blanco y adormecida. Sin pensar en nada ni en nadie, caminaba distraídamente alrededor del patio. El hermoso pico de la primavera era su única compañía.
El día era un lienzo pintado con los vibrantes tonos de la primavera, una escena pintoresca que adornaba el Patio Floreciente. Era un refugio donde la naturaleza prosperaba, embellecido con un caleidoscopio de flores y una sinfonía de pájaros cantores. El verdor lujoso danzaba con la brisa suave, cada hoja susurrando en armonía como si compartieran secretos de la renovación de la temporada.
En medio de esta magnificencia natural, el patio encarnaba un paraíso tranquilo, mostrando el esfuerzo colectivo de sus cuidadores. Erlang, Si y San habían desempeñado su papel en nutrir este agradable santuario. Sin embargo, era el toque distintivo de Xu Feng lo que añadía una cualidad etérea al paisaje.