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En los momentos enmudecidos antes del amanecer, una quietud relajante cubre el mundo. Es un tiempo cuando el cielo sigue envuelto en índigo, y las estrellas parpadean sus últimos adioses antes de cederle paso al día que está por llegar.
En este místico interludio entre la noche y el día, la naturaleza toma un profundo respiro, reuniendo su energía para el gran espectáculo que está a punto de desplegarse. El mundo contiene su aliento como si esperara el primer toque de la luz del sol.
La oscuridad se suaviza y el mundo se pinta de tonalidades del azul más profundo.
El único sonido que salpicaba esta quietud era el rápido cloqueo de cascos mientras la brisa pasaba junto a un corcel en carrera. Los pájaros, siempre puntuales en su rutina diaria, aún no han comenzado su hermoso canto.
En esta hora intermedia, el mundo parece estar lleno de la promesa tácita del día venidero.
El magnífico corcel negro, cuyo lustroso pelaje ébano brilla incluso en las horas crepusculares, trota grácilmente, sus poderosos músculos ondulando bajo el brillo de su manto. Con cada zancada, las pezuñas del corcel levantan chorros de hierba fresca humedecida por el rocío helado.
Encima de esta noble criatura se sienta un jinete estoico, su postura inquebrantable, una muestra silenciosa del vínculo no expresado entre ellos.
La vestimenta del jinete, una representación de la riqueza y la cultura de las viejas costumbres. Sus ojos, agudos y profundos, amenazan con ver el alma de uno, tomando la belleza del campo con una reverencia tranquila.
Juntos, caballo y jinete recorren los caminos sinuosos y ondulantes, su presencia una imagen de poder, dignidad y una conexión entre el hombre y la bestia.
Pero para el jinete, la promesa tácita del día era una carga pesada. Lo bueno y lo malo, lo conocido y lo desconocido.
Este joven apuesto novio no era otro que Xuan Yang.
No importa lo que el día trajese, estaba comprometido a seguir adelante con él. Solo estar fuera de la mansión Wang era como un soplo de aire fresco—estar fuera del alcance de la nariz de su familia.
Se sentía como si en este breve período no estuviera atado y amarrado con la presión de ser el joven maestro de la familia Xuan. Pero aún no estaba libre de ellos.
Puede que nunca esté realmente libre de ellos.
En menos de dos varas de incienso, su familia llegaría a la finca Nanshan. Desde sus abuelos hasta sus padres, todos estarán presentes una vez más.
Afortunadamente, sus medios hermanos y medias hermanas de las concubinas de su padre no estarían incluidos en la obra que se avecina. No agregarían a la confusión.
Con solo tener a los adultos ya era suficiente presión para él. Existir en su presencia siempre fue un desafío para él. Él era el único hijo de la esposa principal del jefe de la familia Xuan.
Aunque los extraños no lo sabían, él era también el único hijo—incluyendo a los hijos de las concubinas—que tenía su preciosa sangre ancestral. Las escamas en su espalda baja eran prueba de ello.
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Tenía la sangre más fuerte en toda la familia Xuan por generaciones. La única persona que había encontrado hasta ahora que rivalizaba con su linaje era su compañero y sirviente de los Xuan, Xuan Jian.
Xuan Jian fue llevado de vuelta a la familia Xuan como huérfano, por lo que el origen de su linaje era desconocido. Pero solo él—Xuan Yang—y Xuan Jian sabían que Xuan Jian tenía escamas en un lugar oculto.
Un lugar que solo los dos conocían.
Si la familia Xuan lo supiera, sería bueno para Xuan Jian, la familia podría adoptarlo oficialmente y liberarlo de su estatus de sirviente. Pero entonces, los dos se convertirían en hermanos en el árbol genealógico de la familia Xuan.
Su amor ya era prohibido, no necesitaban otra barrera que no pudieran superar. Otra montaña que no pudieran cruzar.
El jinete erguido del corcel, ataviado con ropa increíblemente detallada y elaborada, se sienta recto sobre el corcel, galopando entre el pueblo de Yilin y el pueblo de la montaña Nanshan. Se ve estoico y apuesto, pero uno no sabría que este hombre habitualmente refinado y serio estaba perdido en sus pensamientos.
Xuan Yang suspiró, dejando caer su intimidante fachada por un minuto antes de corregir su postura. Él y su corcel siguen su camino más allá de las tierras reclamadas que rodean el pueblo de Yilin y se adentran en la zona más boscosa antes de la montaña Nanshan.
El frío clima de enero mantiene el camino despejado y un poco estéril, pero aún hermoso a su manera.
Sin darse cuenta, mientras exhala el aliento turbio formado al pensar en su "familia", Xuan Yang se siente más ligero y casi emocionado por este nuevo capítulo en su vida.
Piensa en el rostro del ger y, aunque no se llena de asco, tampoco se llena de amor o anhelo o algo por el estilo. Pero está emocionado de unirse a este ger y darle la bienvenida a su familia Xuan.
—Qué extraño pequeño... —el ger no era pequeño en absoluto—, ...qué ger tan extraño.
Xuan Yang está completamente inconsciente de la sonrisa que se dibuja en la comisura de sus labios mientras susurra las palabras al mundo.
Está MUY emocionado de darle la bienvenida a ger a su familia. No para ser un compañero de cama, o porque quiera alguien a quien dominar en su hogar, como hacía la Señora Xuan, su madre nominal.
Lo que más le emociona es no necesitar esconderse frente al ger. El ger no podía saber quién era su verdadero compañero, pero al menos el ger... Xu Feng estaba de acuerdo con que él estuviera con otro amante que no fuera concubina oficial.
Recuerda las palabras del ger mientras la sonrisa en su rostro florece completamente. Un soplo de aire fresco en su apuesto rostro. Haciéndolo parecer más joven y lleno de una vitalidad desbordante.
—Mhmm —asintió Xu Feng mientras se detenía a pocos metros—, puedes acostarte con quien quieras, cuando quieras, siempre y cuando yo reciba tu semilla regularmente también. Una vez a la semana debería ser suficiente, cuanto más frecuente, mejor. Tengo un lunar rojo...
Incluso la forma en que Xu Feng arruga su rostro y muestra nuevas expresiones que Xuan Yang nunca había visto cuando hace las afirmaciones más vulgares era entrañable de una manera extraña.
El ger debe tener sangre fuerte de verdad.
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