Por un momento, el tiempo parecía detenerse. La intimidad de la situación —la sensación de ella contra él y el aroma embriagador que los envolvía— crearon una atmósfera cargada en aquella habitación tenue que ninguno de los dos había anticipado.
Natalie se sostuvo firmemente de sus hombros, con la intención de explicar por qué estaba allí, pero tan pronto como movió el rostro para mirarlo, sus palabras murieron en sus labios. La intensidad en su mirada la cautivó y se quedó congelada, incapaz de decir una palabra. Su respiración se aceleró y tragó saliva con dificultad, sintiendo una vulnerabilidad desconocida en su presencia.
Justin también sentía que su control se deslizaba, la férrea resolución de la que estaba tan orgulloso vacilaba mientras se convertía en dolorosamente consciente de cada movimiento que ella hacía, cada respiración que tomaba. La proximidad, la suavidad de ella contra él, era casi demasiado.