Natalie llegó al hotel y fue llevada a la suite presidencial por el mismo hombre que la había escoltado antes. Al entrar en el salón de la suite, notó al familiar y guapo hombre sentado en la silla, aparentemente revisando algo en su tableta.
Vestía un traje oscuro a la medida perfecta, con una pierna cruzada casualmente sobre la otra. Su cabello estaba elegantemente peinado, aunque unos pocos mechones sueltos caían hacia su frente, añadiendo un toque de encanto casual a su aspecto por lo demás impecable. Sus gruesas cejas estaban ligeramente fruncidas en concentración, y sus labios perfectamente formados estaban levemente presionados el uno contra el otro. Sus largos dedos se movían hábilmente por la pantalla.
Este hombre era una visión para contemplar.
Al igual que la última vez, Natalie se encontró mirándolo fijamente, incapaz de controlar sus pensamientos. Había algo en su presencia que la cautivaba cada vez.