Una mujer cercana a los cincuenta años estaba sentada en el sofá, sus ojos fijos en la emisión de noticias de la ciudad Imperial. Su rostro se mantenía inexpresivo, pero su mirada aguda se demoraba en una imagen en particular—una joven llamada Natalie Ford.
En la pantalla del televisor, Natalie estaba ante una multitud de reporteros, hablando con valentía, sin inmutarse mientras admitía haber agredido a su propia hermana. Un video del incidente se reproducía en una esquina de la pantalla, capturando cada detalle para los espectadores.
Un hombre de mediana edad, Eric, entró a la habitación y la encontró viendo la emisión.
—Buenas noches, señorita Shaw —la saludó con cortesía.
Le dio un breve asentimiento de reconocimiento, su mirada nunca dejando la pantalla. —¿Con quién está casada?
Eric dudó, sorprendido por la pregunta inesperada. Se movió incómodo, inseguro de cómo responder. —Hmm, de eso no estoy seguro.