Natalie llegó al estudio donde se suponía que se realizaría la sesión de fotos de Victor para el lanzamiento del último perfume. En el momento en que entró, pudo sentir la atmósfera tensa: todos tenían expresiones forzadas como si caminaran sobre cáscaras de huevo.
Una superestrella estaba causando problemas, y nadie parecía capaz de hacerlo cooperar.
—¿Qué está pasando aquí? —La voz fría de Natalie cortó la tensión como un cuchillo.
Ella corrió inmediatamente hacia ella, alivio escrito en toda su cara. —Gracias a Dios que estás aquí, señorita Natalie. Solo tú puedes manejar esto.
Natalie frunció el ceño y se dirigió al salón, donde Victor estaba recostado en un sofá, absorto en un juego en su teléfono.
—Victor, ¿qué te pasa? —preguntó, la irritación clara en su voz.
Él continuó jugando, sin molestarse en mirarla. —Ya sabes la respuesta.
—Has malgastado horas con estas exigencias inútiles tuyas.