Sonya permanecía incrédula ante la noticia del regreso de la plaga. Había sobrevivido al último brote hace tres años, pero no estaba segura de sobrevivir a este debido a su edad. Sonya se inclinó y recogió la bolsa de cuero que Carter había arrojado a sus pies. Sintió el peso de la misma mientras las monedas tintineaban en su interior.
—Yo-yo no puedo, en conciencia, aceptar más dinero de ti —comentó la anciana, intentando devolver el dinero.
—Tonterías —exclamó Dahlia—. Te debemos nuestras vidas. Has arriesgado todo para ayudarnos. Ahora deja de ser tan modesta, y guarda esas monedas.
—Gracias, y que Dios os acompañe a todos —dijo Sonya suavemente, colocando la bolsa dentro del bolsillo de su delantal.
Dahlia y Carter esperaron hasta que ella regresara a la posada y se encerrara dentro.
—Debemos ponernos en marcha —dijo Carter a Dahlia—. La oscuridad nos alcanzará en unas horas.