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Faye corrió hacia la puerta de la cabaña, desbordante de emoción, y la abrió de par en par para dar la bienvenida a Sterling.
Sin embargo, tan pronto como él vio al lobo negro inmóvil tendido en el suelo, su sonrisa radiante se desvaneció en un instante.
Las únicas palabras que escaparon de sus labios fueron un susurrado —Merrick.
Faye estaba confundida de que él llamara al lobo Merrick. Pensó: «¿No estaba él de vuelta en Everton, era el lobo su mascota?» Todo parecía extraño. Aunque Faye no era ignorante sobre los lobos. Tenía buenas razones para sospechar.
Mientras intentaba averiguar por qué Merrick, en su forma de lobo, había llegado a la cabaña, Sterling reavivó el fuego en la chimenea, los troncos crujían y chisporroteaban mientras parte de la nieve se derretía.