El viento implacable azotaba contra la gastada puerta de la cabaña, haciendo que resonara de manera siniestra y permitiendo que los copos helados se colaran por las rendijas. Dentro del acogedor pero modesto espacio, la temperatura caía con cada momento que pasaba. El antes crepitante fuego, única fuente de calidez, se extinguía a medida que se consumían los últimos restos de la leña.
Mientras Sterling se ponía los guantes, preparándose para salir, el ceño de Faye se fruncía con preocupación. Sabía que él iba a buscar leña por su bien. El corazón de Faye se hundía al pensar en él vagando en esa tormenta gélida y desdichada.
Ella era consciente de que, siendo la criatura que era, probablemente no necesitaba fuego para mantenerse caliente. Sin embargo, tenía curiosidad por saber si sus suposiciones eran correctas, pero tenía demasiado miedo para preguntar, y este no era el momento de entrar en esa discusión.