Entonces, mientras los queridos caballeros de Sterling partían hacia la fortaleza, Faye se encontró sola y aterrorizada con la enorme bestia roja y escamosa. Su corazón golpeaba contra su pecho, sus emociones en desorden debido al repentino y extraño giro de los acontecimientos.
—¿Tienes miedo? —preguntó la áspera voz de Arvon.
Faye cambió su mirada y se encontró mirando directamente al enorme ojo ardiente de Arvon. Su cola la levantó suavemente del suelo del bosque, acercándola a él para ver mejor sus facciones. Observó cómo su ojo parpadeaba, revelando dos conjuntos distintos de párpados, y un escalofrío la recorrió.
Faye valientemente cuadró sus hombros, sintiendo una ligera tensión en sus músculos, y ajustó su expresión a una indiferente, sus ojos examinando el ojo del dragón. Todavía podía oler el tenue aroma del azufre mezclado con la fresca brisa invernal.
—¿Dónde está Sterling? —preguntó con voz firme.