Pronto, ella estaba llorando abiertamente, incapaz de controlar la avalancha de emociones que la habían invadido.
Sterling se unió a Faye en la cama, tomando asiento detrás de ella. —No te preocupes, Faye. No tienes nada de qué avergonzarte —la tranquilizó.
Se enfrentó a él, con las lágrimas empapándole el rostro. —No es mi vergüenza lo que me preocupa... sino tu lástima. Por favor no me mires así. No quiero que pienses que soy débil y vulnerable.
Sterling soltó una carcajada mientras levantaba a Faye y la sentaba en su regazo. Ella apoyó su cansada cabeza en su hombro. —Confía en mí, querida mariposa, no creo ni por un instante que seas débil o vulnerable. Más bien al contrario, te considero como un león feroz. La única persona que me da lástima en el mundo es Aaron Montgomery —cuando lo vea de nuevo. Lo pondré a muerte al final de mi espada por las atrocidades que ha cometido contra ti.