—¡No me importa! Me gustas, te amo... ¡no me importa! —Roberto presionó sus labios urgentemente en su oreja, tratando desesperadamente de complacerla.
Emily siguió forcejeando, pero su resistencia solo incrementaba la excitación de Roberto. Pronto, sus ropas yacían desparramadas por el suelo y la mesa de centro.
Los suaves sollozos de la mujer resonaban en la habitación.
—No... ¿y si alguien viene...?
—Nadie vendrá... —Roberto jadeaba fuertemente, besando fervientemente su cuerpo.
—Ah... sé suave, por favor, no...
—Cielo, finalmente eres mía...
—¡No, baja, baja!
La débil lucha de la mujer y el fervor del hombre, todo era claro sin palabras. Roberto sentía que había vuelto a su juventud, reviviendo el fruto prohibido de su primer amor.
Más de media hora después, Emily temblaba mientras se volvía a vestir.
—Sob... ¿cómo puedo enfrentarme a alguien ahora? —Emily se cubrió el rostro, llorando suavemente.