—¡Vaya, chico, te subestimé! Pero no estoy preocupado, porque incluso si tengo que pasar mi vida en prisión, ¡tú tampoco vivirás bien! —gritó Donald mientras miraba a Eric con ira.
—¡Eric! ¿Crees que tus trucos son inteligentes? ¡Tenemos más bajo la manga! —rió Lobo Sangriento con arrogancia.
—¡Eric! ¡Haré todo lo posible para asegurarme de que mueras una muerte miserable! —gritó Donald, con los ojos inyectados en sangre de rabia.
Desde que se obsesionó con Grace, ¡se volvió loco! Sacrificó todo por complacerla. El dinero y la reputación no significaban nada para él; no podían domar su corazón, que estaba lleno de resentimiento.
Los ojos de Eric destellaron fríamente mientras le asestaba un puñetazo directo en la cara de Donald, sacándole un diente que rodó por el suelo.
Los espectadores miraron la escena con incredulidad, viendo a estos hombres caídos con frialdad distante.