Brianna sentía como si le arrancaran el cuero cabelludo por la fuerza con la que Roberto le jalaba el cabello. El hombre no mostraba piedad, abofeteándola repetidamente hasta que le daban vueltas la cabeza y sus mejillas pronto se hinchaban, rojas y magulladas.
—¡Eso es por denunciarme! ¡Eso es por exponerme! ¡Esta vez te mataré, mujer despreciable! —Roberto agarró una botella de vino y la forzó en la boca de Brianna, vertiéndola en su garganta.
Brianna se ahogaba mientras el vino inundaba su boca y nariz, dejándola empapada y luchando por respirar.
Cuando la botella finalmente se vació, Roberto la soltó, y Brianna colapsó hacia atrás, cayendo pesadamente al suelo.
Respiraba con dificultad, tosiendo violentamente, con los ojos ardientes por el alcohol. Lágrimas corrían por su rostro mientras se limpiaba el vino y las lágrimas de sus ojos, mirando hacia arriba a Roberto, quien había agarrado su teléfono y ahora discutía furiosamente con alguien al otro lado.