Brianna no entendía por qué, a pesar de los sobornos que Hannah había dado a los guardias de la prisión, todavía la colocaron con un grupo de mujeres viciosas. Durante los últimos seis meses, había sido obligada a lavar su ropa, servirles como una esclava y soportar golpizas regulares.
Si no hubiera sido por el pensamiento de sus hijos en el exterior, Brianna podría haber perdido la cordura hace tiempo.
¡Y todo este sufrimiento fue gracias a Roberto y esa miserable amante!
—Mamá, volvamos a casa... y comencemos de nuevo —dijo Hannah, limpiando las lágrimas de sus ojos. Ya se había preparado para lo peor, sabiendo que a su madre no le había ido fácil en la cárcel. Cada visita, el estado mental de Brianna parecía más y más frágil.
Brianna, aún sollozando, se subió al coche de Hannah. El viaje fue en silencio, y cuando llegaron a su lujosa casa, la vacuidad de la grandiosa villa golpeó fuerte a Brianna. Se derrumbó en lágrimas, cubriéndose la boca mientras lloraba.