La expresión de Roberto era gélida mientras pensaba en la juventud y belleza de Emily, su naturaleza gentil y considerada. Luego, la comparó con el rostro envejecido de Brianna, que el maquillaje ya no podía ocultar, su habilidad para causar problemas y el hijo que había matado a su hermana en un supermercado. El solo pensamiento le enfriaba el corazón.
La señora Jones había regresado esta vez, y Roberto no estaba seguro de si tenía testigos. Pero incluso si no los tenía, como víctima de trata de personas, ¡los medios de comunicación seguramente sensacionalizarían su trágica historia!
Si eso ocurriera, el Grupo Davis estaría envuelto en prensa negativa de igual manera.
—Cariño, no le creas a la señora Jones. Esa perra... no hay manera de que tenga testigos. ¡Si los tuviera, no necesitaría llamar y amenazarme así! Cariño, por favor no te divorcies de mí, ¡por favor! —lloró Brianna, aferrándose a él.
Roberto, respirando con dificultad, empujó a Brianna con fuerza.