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—¡Cómo te atreves a ser tan descarada, tan indulgente! ¡Cómo te atreves a ser tan ignorante! ¡Esta noche, os sacudiré el sentido común a las dos tontas! —gritó el Abuelo Allen, golpeando a Avery de nuevo con su bastón.
La Sra. Allen ya no podía quedarse al margen. Se lanzó sobre su hija para protegerla. —¡Detente! Pegarle no va a devolvernos nuestra reputación. ¡No restaurará nuestra imagen!
El Sr. Allen se levantó de un salto, apuntando a la Sra. Allen y gritando, —¡Todo esto es culpa tuya por consentirlas! ¿Eres consciente del lío que has ocasionado? No quiero volver a verlas. ¡Envíalas al extranjero de inmediato!
Enviarlas al extranjero era la mejor solución.
Les daría a las hijas la oportunidad de madurar y permitiría que el escándalo se calmara.
Cuando volvieran, la mayoría de la gente habría olvidado el incidente.