Amalia frunció el ceño.
—Deja de mirar a los demás; te estoy preguntando a ti —los ojos del profesor Frans permanecieron fijos en su dirección.
Cada vez que él miraba a Amalia, parecía atraparla.
Isabella Xiao, nerviosamente tartamudeó:
—Yo-yo te vi refinando artefactos... Profesor, eres... muy hábil...
—Sí, cualquiera con ojos puede ver que estoy refinando artefactos, y soy hábil. Pedí tus sentimientos. ¿Tienes que darme estas dos frases tontas que cualquier idiota entendería? —la mirada severa del profesor Frans no dejaba lugar para escapar.
—Si pusieras el esfuerzo que usas para complacer a tu instructor en la refinación de artefactos, quizás ya habrías tenido éxito. Basta, siéntate. Amalia, tú habla —Isabella Xiao, con los ojos enrojecidos, se sentó entonces.
Amalia, ya sea involucrada inadvertidamente o intencionalmente elegida por el profesor Frans, se levantó.
Amalia se puso de pie impotente: