Lei Meifen llamó a la puerta de Bai Xifeng por la mañana. Su padre le había dicho que llamara a Bai Xifeng para desayunar. No escuchó ninguna respuesta desde el interior. Como si no hubiera nadie dentro.
Bai Xifeng les había pedido que se llevaran a todos los sirvientes que habían sido colocados junto a ella porque dijo que se sentía incómoda con alguien alrededor. Así que, ordenaron a los sirvientes que se fueran.
—Voy a entrar —dijo Lei Meifen.
—Señorita Joven, ¿está bien hacer eso? —su criada, Caihui, intentó detenerla.
—Pero no oímos nada en absoluto. ¿Y si está inconsciente dentro? —Lei Meifen intentó argumentar.
—Hmm... Llamemos a un sirviente hombre —sugirió Caihui.
—Eso va demasiado tarde. Simplemente entremos —dijo Lei Meifen.
Con eso, irrumpió en el patio. Estaba demasiado silencioso. Como si no hubiera nada. Fue a tocar la puerta donde Bai Xifeng estaba durmiendo. Llamó varias veces. Solo se detuvo hasta que escuchó algunos ruidos desde el interior.