Bai Xiang y Bai Tingfeng miraron a Bai Xifeng con confusión.
—Xixi, ¿a qué te refieres con eso? —preguntó Bai Xiang.
Bai Xifeng sonrió ampliamente. —Padre, yo también soy alquimista.
—¿Qué?
—¿De verdad?
Padre y hermano se sorprendieron al escuchar eso.
—¿Estás diciendo la verdad? —preguntó Bai Xiang.
—Por supuesto. ¿Por qué tendría que mentir? —replicó Bai Xifeng.
—Xixi, ¿cuál es tu rango de alquimista? —preguntó Bai Tingfeng.
—Creo que soy un alquimista de cuarto rango. —Bai Xifeng pensaba en ello.
Bai Xiang y Bai Tingfeng guardaron silencio. Entonces, Bai Xiang empezó a reírse.
—Mi hija es una genio. —Bai Xiang se sentía tan orgulloso de su hija.
—Entonces, padre, no tienes que preocuparte por las píldoras. Me encargaré yo de las píldoras —dijo Bai Xifeng.
—Hmm... Te lo dejaré a ti. —Bai Xiang no dudaba de su hija en absoluto.
—Necesitaré un lugar tranquilo para refinar las píldoras. ¿Hay algún lugar disponible? —preguntó Bai Xifeng.