Por lo tanto, casi se fue como si estuviera huyendo.
Al mirar a Qin Huaijing, Lin Xueyi sintió que era patético. Había tramado durante más de 20 años, pero al final, no tenía nada.
—Xueyi, me dejarás ir, ¿verdad? No quiero nada en absoluto. Solo quiero que me dejes ir. Prometo marcharme de Jinchuan y esconderme lejos. Nunca volveré a aparecer frente a ti.
Lin Xueyi escuchó las palabras de Qin Huaijing y se rió. Al final, abrió la puerta y subió al coche.
Qin Huaijing pensó que los 15 millones que Ye Weiyin le había dado eran suficientes para que viviera felizmente el resto de su vida. Sin embargo, no sabía que la tarjeta había caído en manos de Lin Wanli desde que fue enviado de regreso a Jinchuan. Luego, Lin Wanli la rompió casualmente y la arrojó a la papelera.
La basura no debería pensar que aún podrían disfrutar de su vejez.
