Ye Weiyin no tuvo más remedio que dejar de comunicarse con el departamento de relaciones públicas y llevar a Ye Zhenzhen a la habitación de Qin Huaijing. La madre y la hija querían enterrar a Qin Huaijing en el acto. Lo odiaban hasta el extremo, pero tenían que ser perfunctorias.
—¿Veinte millones? Eso es un robo a plena luz del día —después de escuchar las tres peticiones de Lin Wanli, Ye Weiyin se levantó del sofá y dijo—. Imposible, no puedo sacar esa suma de dinero.
Qin Huaijing no dijo que fue debido a su demanda exorbitante que Lin Wanli se vengó de él, pero recordó lo que Lin Wanli había dicho. Sabían muy bien sobre los historiales médicos falsos. En otras palabras, Lin Wanli sabía muy bien que la madre y la hija de la familia Ye tenían algo que ver con la falsificación de los registros médicos.
—Pero, si no sacamos el dinero, Lin Wanli trabajará con el hospital para investigar el informe del caso. ¿Y si ustedes se ven involucradas? —Qin Huaijing preguntó a propósito.
