—¿Dónde están? —preguntó Fu Hongsheng.
—Por favor, sígame —el camarero llevó a Fu Hongsheng fuera del Salón Changsheng y a la habitación privada de Yuebo. Sin embargo, además de Lin Wanli y Ruijing Tongla, no había señales de la Vieja Dama Yue ni de Lin Xueyi.
—¿Estás seguro de que solo quieres quedarte ahí parado y ser un guardia para la puerta? —preguntó Lin Wanli a Fu Hongsheng.
—¿Por qué me ayudaste? —preguntó Fu Hongsheng con los ojos rojos—. ¿Es por lástima? ¿O sarcasmo? Además, ¿no fue todo tu culpa que terminara en este estado? Lin Wanli, ¿qué estás tratando de hacer?
—Solo tengo curiosidad. ¿Cuánto amor le falta a un joven maestro de una familia adinerada para que crea en el falso juramento de Nan Xing?
—¿Qué sabes tú? No eres un hijo ilegítimo. No sabes el dolor de que te señalen, te ignoren y te miren por encima del hombro —Fu Hongsheng se burló de sí mismo—. Nadie me admira, nadie me reconoce, solo ella...
