Esa noche tardía, el Anciano estaba en el jardín recogiendo los fragmentos de jarrones y macetas. Había tomado el último pedazo y atado la bolsa de basura. Miró el camino. El poste de la lámpara al amanecer iluminó a un hombre con trenzas. Caminaba tan sutilmente en su atuendo completo de tweed vintage.
El Anciano dejó caer la bolsa de basura y miró al solitario vidente con un sentimiento de asombro. Le hizo señas para saludar su presencia y acto seguido hizo una reverencia baja. Se apresuró a preparar su lugar para hospedar al vidente.
Había limpiado la alfombra y rociado la habitación con un ligero aroma a perfume. Miró por el ojo de la puerta y el patio delantero hasta el porche estaba vacío y en silencio. Agudizó sus sentidos, pero no escuchó respiraciones ni pasos.
Abrió la puerta con angustia. Caminó por el jardín y notó huellas en su umbral. La puerta se cerró detrás de él y miró hacia atrás. Corrió de vuelta para ver quién había invadido su espacio.