—Arruinaste mi jardín —él la alejó suavemente tirando de su cabello.
—Quítate esos sucios suéteres —ella gimió.
La puerta se quedó abierta. El aire frío se movía alrededor de la habitación. Sus cuerpos estaban calientes y humeantes en el sofá. Él la besaba hasta sus recovecos. Ella gimió fuerte cuando él enterró su cabeza entre sus muslos.
—Pero, ¿vas a encargarte del desastre que hiciste? —levantó la cabeza.
—Cállate y bájame otra vez —ella empujó su cabeza hacia abajo.
Estaban rodando en la alfombra, consumiéndose el uno al otro. Estaban desnudos y no les importaba lo que o quién pasara por la puerta abierta. Ella miró las cabezas de animales colgadas en sus paredes mientras él empujaba su cuerpo inferior en ella.
***
Estaban acostados en el tapete de piel de oso. Se miraban a los ojos el uno al otro. Sus ojos verdes eran más brillantes que nunca.
—Nada mejor que un tiempo de calidad como este —él se levantó y se puso su pantalón de mezclilla.
