El rey Edward se sentaba impaciente en su trono ornamentado, con la mirada fija en la entrada de su sala del consejo. La avanzada hora había acrecentado su ira, y no hacía ningún esfuerzo por ocultar su molestia cuando Liam, su asesor de confianza, finalmente llegó.
Sin embargo, Liam permanecía impasible ante el descontento del rey. Sabía que su deber era más importante que el ánimo del rey, y se enfocaba en el propósito de la reunión. Ignorando las miradas venenosas que le lanzaban, habló con determinación tranquila.
—Su Majestad, he recopilado información vital acerca de Alyssa —comenzó Liam, fijando su mirada en el rey—. Parece que en estos momentos no está con su familia.
Las cejas del rey se fruncieron preocupadas.
—¿No está con su familia? ¿Dónde podría haber ido? —preguntó.
—Eso es precisamente lo que pretendo descubrir —respondió Liam, su voz teñida de determinación—. Tengo la sensación de que puede estar en grave peligro, Su Majestad.