Sus pensamientos estaban divididos. Le resultaba difícil tomar una decisión que le sonara bien.
Pensó en el artefacto y luego, en Liam. O regresa a casa sin el artefacto, o se queda en el palacio como sirvienta, sin intentar robarle a Liam.
Los tormentos en su hogar empeorarían si no conseguía poner las manos sobre el artefacto dorado que tanto necesitaban. Por otro lado, su corazón se haría añicos en mil pedazos si robaba del palacio, incluso después de descubrir que el hombre que amaba era el príncipe.
Estaba tendiendo la ropa en la cuerda cuando vio a Liam acercándose a ella. Rápidamente terminó lo que hacía y empezó a salir del predio, con Liam caminando detrás de ella.
Su corazón estaba atemorizado, porque era pleno día y cualquiera podía verlos juntos.
Ante esto, se detuvo y se giró para enfrentarlo.
—¿Puedes dejar de seguirme? Tú eres un príncipe y yo la sirvienta. ¿Qué crees que diría la gente si nos ven juntos? —preguntó con una mirada seria en su rostro.