Alyssa miró a Tiffany como si fuera un fantasma. No había manera de que estuviera dispuesta a creer todo lo que Tiffany acababa de pronunciar.
—¡Mira, no estoy soñando ni nada por el estilo! Estoy hablando muy en serio sobre esto. Hay un hombre, el jefe de los sirvientes del príncipe. Su nombre es Miguel. Nos hemos encontrado durante un tiempo y estamos enamorados el uno del otro —intentó explicarle Alyssa a Tiffany, quien la miraba como si acabara de perder la razón.
Tiffany estudió a Alyssa durante un rato, después de lo cual se puso de pie y caminó de un lado a otro por la habitación. Tenía una idea de cada sirviente masculino en el palacio. Sabía sus nombres, pero ninguno era Miguel.
—¡Alyssa! Te creo, pero necesito que entiendas que podrías haber cometido un error en el nombre. No hay ningún sirviente llamado Miguel en este palacio —dijo Tiffany desafiante, con toda la certeza reflejada en su voz.