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La luz del sol matutina empezó a colarse a través de las aberturas de las cortinas. Las piernas de Alyssa se sobrecalentaban en el punto donde el sol caía directamente.
Permanecía en la cama, entumecida y sin ganas de moverse ni un centímetro. Todo en lo que podía pensar era en el extraño hombre que había conocido anoche en el jardín.
Una pequeña sonrisa se curvó en sus labios, pero se transformó en un ceño fruncido en el momento en que recordó lo que su misión implicaba. Cuanto antes pusiera sus manos en el artefacto, más rápido recuperaría su libertad y huiría de los innumerables tormentos que venían de su hogar.
—¡Buenos días, bella durmiente! —dijo Tiffany en voz alta mientras irrumpía en la habitación, siendo intencionalmente ruidosa para sacar a Alyssa de la cama.
Alyssa emitió una respuesta gruñona y se recogió de nuevo en la cama. Claramente no estaba lista para comenzar su día.