El suave resplandor del televisor proyectaba sombras parpadeantes por la sala de estar tenuemente iluminada mientras Vee se acomodaba en el sofá, sus ojos fijos en la pantalla. Los colores apagados de la película danzaban sobre sus rasgos, iluminando la habitación con una calidez gentil.
Desde su punto de vista detrás de la pared, Mary observaba en silencio, su corazón pesado con una mezcla de anhelo e incertidumbre. No podía apartar los ojos de Vee, su mirada persistía en la mujer que se había convertido en su compañera en este extraño y desconocido viaje.
Vee giró la cabeza, captando a Mary asomándose desde detrás de la pared.
Suspiró.
—Sabes, aunque técnicamente soy tu... tu esclava —Vee comentó, su voz decayendo mientras buscaba las palabras adecuadas—. A veces todavía me das algo de miedo.
Mary se estremeció ante la confesión, sus mejillas enrojeciendo de vergüenza.