Fu Mingze acarició lentamente su mejilla y preguntó:
—¿Te molesta que no te lo diga de vuelta?
Yang Meiyi negó con la cabeza sonriendo y señaló su pecho mientras decía:
—Ya sé que soy la única mujer justo aquí.
Fu Mingze colocó su mano sobre la de ella, que ya estaba en su pecho, y preguntó:
—¿Sientes cómo está latiendo?
Yang Meiyi asintió.
Fu Mingze sonrió y dijo:
—Late así solo cuando estoy contigo. Se acelera tanto que me da miedo que pueda explotar.
Yang Meiyi se rió suavemente y sin decir nada se montó sobre él y dijo:
—Eso suena a una confesión de amor para mí y debemos sellarla con un beso.
Presionó sus labios contra los de él y lo besó de la misma manera que él siempre la besaba. Nunca habían ido más lejos, aparte de besarse, y a ella, en realidad, no le importaba llevar las cosas más lejos pero por alguna razón Fu Mingze sentía que ella simplemente no estaba lista. Pero ella no mentiría, también disfrutaba besarlo, de hecho lo esperaba todos los días.