Cuando su padre entró en la habitación, se veía incómodo. No parecía saber cómo tratar a Suzie, lo cual era lo que Suzie quería ver.
De todos en su casa, su padre era la única persona incapaz de guardarle rencor. Era demasiado blando y gentil para hacer otra cosa que no fuera cuidar de Suzie.
Por eso, aunque nadie más la creyera, Suzie sabía que su padre creería sus palabras y la protegería bajo su ala.
Pero primero, Suzie necesitaba actuar y ganarse su simpatía. Y era buena haciéndolo.
—Suzie, ¿te sientes bien? La criada dijo que no te sentías bien. ¿Estás segura de que no quieres que un médico examine tu salud?
Esas fueron las primeras palabras que su padre le dijo, lo que solo validó el punto de Suzie.
Su padre no podía hacer más que preocuparse por Suzie mientras la veía luchar para respirar.
—Estoy bien. No necesito un médico cuando te tengo a ti a mi lado.